Vuela, de ardientes ansias consumida,
a impulsos del amor que la devora,
en torno de la luz facinadora
la mariposa que su riesgo olvida;
sus fulgores contempla embebecida
y en ellos baña el ala tembladora;
y entre las llamas cuyo brillo adora,
halla misero fin su frágil vida.
Así, en su derredor, yo todo el día
girando voy, de su beledad sediento;
y si las luces de sus ojos miro,
ansiosa se estremece el alma mía,
y deslumbrado, yloco y sin aliento,
me ardo en sus ojos... ¡y de amor, expiro!
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